23.2.15

Así empieza lo malo / Una manera de novelar la vida


 


En las novelas de Javier Marías, en Los enamoramientos y en Así empezó lo malo muy marcadamente, hay una propiedad de la lentitud que entusiasma. Parece que la trama no avanza y que el texto, que no es en esencia la misma trama, enmaraña ese avance, adquiriendo el conjunto un incómodo (en ocasiones muy incómodo) lastre semántico o sintáctico, del que no se zafa y del que paradójicamente se vale para obrar el milagro de la narración, que luego es espléndida y muy amena en su lectura. Sostienen los que lo rebajan que es precisamente ésta la tara que lo marca y, al tiempo, es esa misma tara la que, reconvertida en virtud, le facilita el elogio de otros. Ando yo en un fascinado término medio: admiro la excelencia narrativa, ese alambicar las frases, estirándolas a veces incomprensiblemente, pero alcanzando un punto narrativo óptimo, en donde todo se compacta y se entiende; admiro su precisión en el tono, ese ir hacia adelante morosamente, pero sin detraer una pizca de interés en el lector, aunque la ambición principal, lo que se cuenta y lo que importa, ande rezagado o parezca que vaya así, un poco desmadejado, impreciso, como si al autor se le hubiese ido de las manos y se explayara en las periferia, en contar lo que pareciera no aportar nada, pero sí aporta, claro que aporta, aporta mucho y Marías lo sabe y lo explota. Lo que ahora me trae ahora un poco intrigado, si es que es intriga lo que tengo, es si Marías narra su novela al modo en que la vida se va sucediendo, de modo que no se plantea, más allá de lo razonable, cortar lo superfluo, anular lo que en principio no procede, sino que se deja llevar y no omite nada o lo hace muy levemente, añadiendo excursos, imbricando, alambicando, llevando la trama a los laterales o haciendo que los laterales, la promisión de exteriores, influya en el meollo, en la cosa principal, en la sucesión de sucesos (déjenme, estoy lanzado) que van ofreciendo todo lo necesario para que el lector obtenga una visión perfecta, no una parcial, ni una fragmentada, no: hablo de la visión, de la gran visión, del mundo considerado como una espiral, algo así. Es tarde, quizá no sea el momento para que yo, después de un día verdaderamente largo, me mete en estos menesteres novelescos. No tengo cabeza. Me quedan las ochenta últimas páginas de Así empezó lo malo. Y es muy bueno. 

6 comentarios:

Fernando Abasco dijo...

Acabo de terminarlo, ayer, no más lejos; has hecho un buen dictamen, se nota que lees con la misma pasión que escribes.
Marías a veces cansa; no: cansa mucho, muchas veces, pero pocas personas manejan el castellano como él. Lo de novelar el mundo... No llego a tanto. Filosofía literaria o Literatura filosófica, no entro...
Me vas a perdonar.
Pero aplaudo tu manera de buscarle los pies al gato, sin ser yo comprador de gatos ni ver los pies de ninguno.
No más que decir.
Un saludo muy afectuoso, y agradecido, por supuesto.
Me encanta, mucho, el blog.

Recomenzar dijo...

me gusra como narras lo que lees
Maravillosos

Josefa dijo...

Me gusta tu escrito. Gracias por contarnos un poco de la novela.
Un abrazo.

g dijo...

Estoy contigo en esa idea de que quizás Marías cuenta la vida, incluso lo marginal pues, al fin y al cabo, los protagonistas también se marcan en esa marginalidad, aunque nadie pudiera predecirlo a priori.
O de otra manera: todas las caras que configuran un sólo realidad.

g dijo...

Por cierto, se me olvidó decir que, de las dos novelas, leí Los enamoramientos.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Estar en esa periferia es muy complicado, los meandros, que decía mi amigo Joselu sobre este mismo asunto. Es complicado escribir una novela. Yo no lo he hecho nunca, y no me faltan ganas, pero no sabría, no podría, no querría, en el fondo. Está acabada ya la historia de espionaje de Marías. Y es formidable, formidable...

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.