5.12.14

Tuneando el Quijote / Pérez-Reverte, el francotirador feliz



El francotirador
Advierte Pérez-Reverte a los jóvenes. Probablemente sea útil la advertencia. Cualquiera, bien intencionada, lo es. La del escritor y académico es la que proviene del misionero, a decir suyo. En las misiones se anunciaba el evangelio a quienes, por circunstancias sociales o geográficas, no podían escucharlo. Toda esa pedagogía de la fe la lleva Pérez-Revarte a la literatura, lo que hace que de entrada yo valore el empeño, con independencia de que quien lo publica sea de mi bando o no. De este hombre, beligerante, comprometido, valoro precisamente eso: la beligerancia y el compromiso y, habida cuenta de lo que escasean, me preocupo de leer sus sueltos de prensa, en los que zahiere con inteligencia, va descaradamente a lo suyo y no se casa en literaturas o en política con nadie. Me cansa el Pérez-Reverte pagado de sí, embelesado en su sombra, de fácil calentamiento verbal, pero admito que es una lectura combativa, de las que propicia después una conversación y de la que, a favor o en contra, se extrae alguna visión honesta del asunto. La advertencia a los jóvenes que le trae hoy en prensa viene de la Feria del Libro de Guadalajara, en donde vaticina un futuro negro.  Y me pregunto cuándo ha habido un futuro blanco o azul o arcoiris. El futuro, en su naturaleza, es negro. El de la juventud, la de cualquier época, nunca ha sido un paseo por unos juegos florales, con abundancia de guirnaldas y música new age que amenice el acto. A K. le pregunté si nosotros fuimos unos jóvenes descarriados, condenados a un futuro negro y si ahora, treinta años más tarde, somos ciudadanos a salvo del fuego que nos vaticinaban. Y no lo somos. Da igual que usted, que frisa mi edad (qué hermoso eso de frisar, qué hallazgo semántico, tengo que explotarlo) tenga un BMW en la cochera, hijos en la universidad y un sueldo holgado para pagarse unos lujos en verano o que no llegue a fin de mes y haga cuentas, cuando se acuesta, antes de conciliar el bendito sueño. No podemos generalizar. Es imposible. No conviene incluso. Pérez-Reverte tiene a su disposición un atril y un público. La juventud no está condenada. No, al menos, porque no haya leído El Quijote, en la versión que quieran. No porque estén envenenados por la tecnología.






El pedagogo
Lo de El Quijote clama una reflexión aparte. Ganar adeptos a la literatura no es asunto recriminable, se haga desde donde se haga. Llevé a J.K. Rowling al altar de las letras en un auditorio de instituto de Secundaria, invitado a ese foro para hablar de libros y de quienes los hacen. Dije que era, sin lugar a dudas, una persona influyente, a la que se le debía un respeto enorme. Que los lectores del futuro hayan empezado a devorar libros con su saga de Harry Potter merece la admiración de todos los que amamos la literatura, y no importa que no sean todas esas historias de magos y de puertas falsas en los andenes de tren una delicia intelectual o un compendio de virtudes estilísticas. No le hacen falta. Los libros de Harry Potter atraen otros hasta que llegue, ah el azar, ah la belleza, la irresistible atracción de las letras y ya no se pueda parar de abrir y cerrar libros. Algo así desea hacer Pérez-Reverte con la obra inmortal de Don Miguel de Cervantes Saavedra. Quiere un Quijote desmenuzado, adaptado a los tiempos, minuciosamente tuneado. Lo de tunear es un deporte de moda. La propia palabra (tunear) reclama su parcela de modernidad, su participación en la volandera vida de las palabras. Y se tunea casi cualquier asunto y no hay disciplina del saber, contando las más severas y las de más grácil peso, que no hayan pasado por el taller del tuneo. El Quijote, tuneado, no será El Quijote, me digo a mí mismo, pero por otro lado, pensando en lo invisible que a veces es, lo poco que las andanzas del Caballero de la Triste Figura pasea por las noticias, no me incomoda el invento. Duele que se tenga que bajar a este ruedo y lidiar este toro de la incultura. Duele que la juventud ande condenada, sin la tabla de salvación de la literatura, de la que no me cabe duda ninguna de que salva y rescata a quien solicita auxilio. Lo malo es que no va a haber lectores de este artefacto metaliterario. Será objeto de sesudos estudios y ocupará (como hoy yo hago) alguna reflexión más o menos afinada, pero no vamos a ir mucho más lejos, Arturo, no vas a dar el aldabonazo en la puerta y se van a aparecer Tolstoi, Borges, Cortázar, Chéjov, Carver, Proust, Kafka y todos los demás. Pero mientras no demos con la tecla para que la gente lea, no podemos ponerte contra el paredón y hacer uso de las armas. No, ni mucho menos. 

4 comentarios:

José Luis Martínez Clares dijo...

Libros para gente que no lee... bajar el nivel para llegar a la gente (¿Es eso tunear?). No confío en estas estrategias. A la gente que no lee le es indiferente el estilo, el lenguaje o los artificios que eliminemos o sumemos. La gente que no lee sencillamente no ha sentido nunca esa necesidad, casi adictiva, de acariciar, oler y, después, recordar enfermizamente un libro. Abrazos

Emilio Calvo de Mora dijo...

Me desagrada que se rebaje lo que no precisa rebaje alguno, y coincido contigo, sin rebaja, que quien lee, el que de verdad es un buen lector, no necesita aligeramientos, adaptaciones, toda esa industria de lo light, pero hay que pensar, aunque sea con algún esfuerzo, que igual vale para algo. Que se escuche a Cervantes, ya digo, aunque sea en una versión cocinada. Enfermar de libros es otra cosa. Los enfermos no necesitamos perezrevertes.
Un abrazo grande, amigo.

Joselu dijo...

¡Qué difícil es ser contemporáneo! He leído los desprecios más despiadados contra Reverte por este intento de adecuar El Quijote a un estilo más actual. Me pregunto qué hubiera pasado si yo lo hubiera encontrado, cuando mortalmente me aburría a mis trece o catorce años? Y me dediqué a leer a Marcial Lafuente Estefanía que me entusiasmaba, hasta que me cansé de él por la repetición de esquemas, pero tardé un par de años. No veo ningún desboque en este intento. Lo que escriba Reverte no será El Quijote, pero será otra cosa. Nada le quita a Cervantes, un autor minimalista en sus lectores. Todos conocen la historia de los molinos de viento pero muy pocos lo han leído. En mi instituto de cincuenta profesores lo habrán leído cuatro o cinco y no sé si lo tiro largo. Que Reverte haga una versión, otra más, me encanta. Y yo tal vez la lea. Alguien le acusa de "vendelibros" como si Cervantes no se enorgulleciera de sus ventas como hace en el capítulo III de la segunda parte. Yo leí a Pérez Reverte bastante hasta que me cansó. Es un autor que se agota a sí mismo. Efectivamente no es Borges que es inagotable. Pero ¿cuántos Borges hay ahora en el panorama de la narrativa española? Que ocupe su lugar. Hay quien odia a los que triunfan: Muñoz Molina, Pérez Reverte, Carlos Ruiz Zafón, Javier Manías (sí Manías)... pero esta es la cera que hay. No hay más. Cervantes en su tiempo fue un fracasado, pero esto no lo saben los que no se han metido en su historia. Y además nos castigó con pestiños como La Galatea o el Persiles y Segismunda. ¡Por dios! Menos mal que vino Avellaneda a tocarle los cataplines. Eso le hizo mejor todavía. ¡Que viva Reverte y su adaptación de El Quijote y que los que le acusan de "vende libros" que amarilleen de envidia. Ja.

efurom1 dijo...

Os dejo mi opinión en http://efurom1.blogspot.com.es/2015/01/don-quijote.html

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.