Hete aquí, oh fatum pancósmico, oh gran toxina celestial, al bueno de Rigoletto en su atalaya astral, registrando el ruido que hacen las cosas al caer, anotando en su libro de cuentas, en su diario doméstico, los nombres de las cosas, el vértigo de las palabras, el chumba chumba con el que el azul del cielo nos distrae de la pena grande de saber que, al final, mal que nos pese, acaba por morirse uno, como dijo el poeta... sigue en Barra Libre
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En memoria de A.R.
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