25.9.07

Guardianes del día: Desde Rusia con aburrimiento



Con una traca apocalíptica de vampiros y gente de mal vivir y unos cuantos productores con fajos gordos de billetes en los maletines y ganas de emular la pericia tecnológica y el éxito comercial de los hijos de Hollywood se fragua Guardianes del día, segunda - parece - parte de otra historia entre lo mágico y lo bochornoso que hace un par de años retumbó el dolby surround de los cines del mundo y luego se alojó en las estanterías de los videoclubs a mayor gloria del público adolescente ametrallado de emociones fuertes y escenas de muy alto y caro voltaje. Hay (amenazan) un tercero: algo así como Guardianes del crepúsculo. No vi el primer ataque y me he perdido en el segundo, que viene a contarnos el asunto de la luz y de las tinieblas. Nada que Bram Stoker no supiera, por no ir más atrás. Se tiene la certeza casi inmediata que el costoso y demoledor aparato visual va a cortar - cercenar es un verbo más útil - todo interés narrativo. De hecho, la película se deja de ver con interés cuando estamos ya lo suficientemente cegados por la maquinaria devastadora de los efectos especiales: ese Ferrari - ¿ era un Ferrari ? - escalando a todo gas un edificio que, más que asombrarnos, nos produce un efecto hilarante porque (sencillamente) no viene a cuento. A mí me hizo pensar en aquellos desnudos innecesarios que encabritaban al personal en la muy kitsch nómina de cintas casposas de nuestra gloriosa transición, pero no nos alejemos del tema, que da para más.
Las batallas antológicas entre buenos y malos han dado al cine páginas gloriosas. Si el aliento que las inflama de épica proviene de la literatura el resultado suele ser, salvo impericia de director o pobreza de presupuesto, digno, cuanto menos. Aquí nada perturba: todo se deja ver con un interés neutro. El Moscú habitado por criaturas sobrenaturales, ese Moscú contemporáneo que podría haber constituido un aliciente para el espectador occidental, provoca tedio: todo es superficial, carente de ningún rasgo memorable. Los malos son tan planos como los buenos, y en ese maniqueísmo impostado de cine ruso con ínfulas yankis la exhibición portentosa de software (estamos hablando de eso desde que empecé esta reseña) no aporta nada nuevo. El amigo americano sigue siendo el amigo listo: el ruso es un tipo adulador, que ha crecido a la vera de un cine que programaba demasiada violencia y demasiada frivolidad alrededor de la violencia. Ni su nombre he podido recordar para escribir esta reseña.
Guardianes del día satura, eso es, satura como pocas películas de este género tan grato para las grandes majors y para el público de exigencias escasas y dinero para quemar en experiencias fuertes. Más o menos fuertes. Con el tiempo, este cronista de sus vicios está haciendo mayor. Lo nota con mayor evidencia en estas fantasmadas vampíricas, en estos arrebatos videocliperos de formidable factura pero inexistente interés. Es ahora cuando piensa uno en los inescrutables caminos del azar: tal vez -digo tal vez - el destino haya querido que yo pierda (es un decir) dos hora y algo de mi tiempo en este medio-bodrio para que pueda resarcirme esta noche con alguna joya del cine. No sé: estoy pensando en Nosferatu, de Murnau, que hace tiempo que no paso miedo (de verdad) viendo una película. Informaré sobre el resultado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No la he visto, pero con esta y otra de parecido tono ya estoy disuadido del todo.
Nosferatu es una opción.
Gracias por el aviso.

Anónimo dijo...

Palabras mayores, señor, Murnau son palabras mayores. Y Eisenstein y Lang y Welles y Ford y Hawks y hasta si me apura Spielberg, que anoche vi Duel y es, siendo la desconocida, su película más asombrosa.
Saludos.

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